Zizek nos enseña el cine como ideología:
"La última fantasía paranoica
norteamericana es la de un individuo que vive en un idílico pueblo
californiano, un paraíso del consumo, y de pronto comienza a sospechar
que el mundo en el que vive es una farsa, un espectáculo montado para
convencerlo de que vive en la realidad, un show en el que todos a su
alrededor son actores y extras. El ejemplo más reciente de esto es The
Truman Show, de Peter Weir, en la que Jim Carrey encarna al empleado
local que gradualmente descubre la verdad: que él es el héroe de un show
televisivo transmitido las 24 horas, y que su pueblo es, en rigor, un
gigantesco set de filmación por el que las cámaras lo siguen sin
interrupción. Entre sus predecesores, vale la pena mencionar la novela
Time Out of Joint (1959) de Philip K. Dick, en la que el héroe vive en
un idílico pueblo californiano a fines de los 50, y gradualmente
descubre que toda la ciudad es una farsa montada para mantenerlo
satisfecho….La experiencia subyacente de Time Out of Joint y de The
Truman Show es que el paraíso del consumo capitalista es, en su
hiperrealidad, de algún modo IRREAL, insustancial, privado de toda
inercia material.
De modo que no sólo Hollywood
pone en escena un semblante de la vida real despojada del peso y la
inercia de la materialidad – en la sociedad consumista del capitalismo
tardío, la “autentica vida social” adquiere de algún modo los rasgos de
una imitación organizada, con nuestros vecinos comportándose en la “vida
real” como actores y extras en un escenario… De nuevo, la última verdad
de la des-espiritualización del universo del capitalista utilitario es
la des-materialización de la propia “vida real”, su inversión en una
show espectral. Entre otros, Christopher Isherwood expreso esta
irrealidad de la vida diaria americana, ejemplificándolo en el cuarto de
motel: “¡Los moteles americanos son irreales! /… / ellos se diseñan
deliberadamente para ser irreales. /… / Los europeos nos odian porque
nos hemos retirado a vivir dentro de nuestros anuncios, como ermitaños
que entran en sus cuevas para contemplar”. La noción de “esfera” de
Peter Sloterdijk está literalmente aquí comprendido, como una gigantesca
esfera de metal que envuelve y aísla la ciudad entera. Hace unos años,
una serie de películas de ciencia-ficción como Zardoz o Logan’s Run
previeron la dificultad posmoderna de hoy extendiendo esta fantasía a la
propia comunidad: el grupo aislado vive una vida aséptica en un área
apartada, anhela la experiencia del mundo real de la decadencia
material.
The Matrix (1999), el éxito de
los hermanos Wachowski, llevó esta lógica a su clímax: la realidad
material en la que vivimos es virtual, generada y coordinada por una
mega-computadora a la que todos estamos conectados; cuando el héroe
(interpretado por Keanu Reeves) despierta a la “realidad real”, lo que
ve es un paisaje desolado, sembrado de ruinas humeantes: lo que quedó de
Chicago después de una guerra mundial. Morpheus, el líder de la
resistencia, lo recibe con ironía: “Bienvenido al desierto de lo real”.
¿No fue algo de un orden similar lo que sucedió en Nueva York el 11 de
setiembre? Sus ciudadanos fueron introducidos al “desierto de lo real”; a
nosotros, corrompidos por Hollywood, la imagen de las torres
derrumbándose no pudo sino recordarnos las pasmosas escenas de las
grandes producciones del cine catástrofe. Cuando escuchamos hablar de lo
inesperados que resultaron los atentados, deberíamos recordar la otra
catástrofe crucial, a comienzos del siglo XX: la del “Titanic”. Aquello
fue un shock porque, en la fantasía ideológica, el transatlántico era el
símbolo de la civilización industrial del siglo XIX. ¿Se puede afirmar
lo mismo de los atentados?
No sólo los medios nos
bombardeaban con el discurso de la amenaza terrorista; sino que esta
amenaza estaba obvia y libidinalmente investida – basta con recordar
películas como Escape de Nueva York y Día de la Independencia. Lo
impensable que sucedió, era a su vez, objeto de fantasía: de alguna
manera, Estados Unidos tuvo lo que tanto fantaseaba, y ésta fue la mayor
sorpresa.
Es precisamente ahora, cuando
lidiamos con la crudeza de lo Real de la catástrofe, que debemos
considerar las coordenadas ideológicas que determinan la percepción de
estos atentados. Si hay algún simbolismo en el derrumbe de las torres,
no es tanto la vieja noción de “centro del capitalismo financiero” sino,
más bien, la noción de que las dos torres del WTC representaban el
centro del capitalismo VIRTUAL, el capitalismo de la especulación
financiera desconectada de la esfera de producción material. El
demoledor impacto de los atentados sólo puede medirse en relación a la
frontera que separa el Primer Mundo digitalizado del Tercer Mundo, “el
desierto de lo Real”. La conciencia de que vivimos en un universo
aislado y artificial genera así la noción de que un agente ominoso nos
amenaza permanentemente con la destrucción total.
Es, en consecuencia, Osama Bin
Laden, el sospechoso autor intelectual detrás de los atentados, ¿no
sería el equivalente en la “vida real” de Ernst Stavro Blofeld, el
cerebro diabólico que planea formas de destrucción global en las
películas de James Bond? Lo que uno debería recordar es que el único
momento en las películas de Hollywood en que vemos el proceso de
producción en toda su intensidad es cuando Bond penetra en la guarida
secreta del cerebro diabólico y localiza en ella el centro de la
producción criminal (el destilado y empaquetado de drogas, la
construcción de un cohete o un rayo láser capaz de destruir Nueva
York…). Siempre, tras capturar a Bond, el amo-criminal le ofrece un tour
por sus fábricas ilegales. ¿Y no es eso lo más que Hollywood se acerca a
una orgullosa exposición socialista de los métodos de producción en una
fábrica? Y la función de la intervención de Bond es, por supuesto,
volar todo el lugar de la producción por los aires, permitiéndonos
retornar a nuestra rutina en un mundo con “la clase obrera en
desaparición”. ¿Y no es el derrumbe de las Torres Gemelas, esa misma
violencia dirigida al amenazante Afuera volviendo hacía nosotros?
La esfera segura en la que viven
los norteamericanos se encuentra amenazada desde Afuera por atacantes
terroristas quienes cobarde y cruelmente se auto-sacrifican, hábilmente
inteligentes y primitivamente bárbaros. Cada vez que encontremos un mal
Externo en un estado tan puro, deberíamos reunir coraje para recordar la
lección hegeliana: en este Afuera puro, debemos reconocer una versión
destilada de nuestra esencia. Durante los últimos cinco siglos, la
(relativa) paz y prosperidad del Occidente “civilizado” se ha conseguido
a través de la sistemática exportación de violencia y destrucción al
Afuera “bárbaro” –desde la larga historia de la conquista del Oeste
hasta las matanzas en el Congo–. Aunque suene cruel e indiferente,
debemos también considerar, ahora más que nunca, que el efecto de estos
atentados es más simbólico que real. Estados Unidos acaba de saborear lo
que sucede a diario en el resto del mundo, de Sarajevo a Grozny, de
Ruanda y el Congo a Sierra Leona. Si a eso se suman las habituales
mafias y bandas neoyorquinas, uno se puede hacer una idea de cómo era
Sarajevo hace una década.
Es cuando miramos en la pantalla
de la Televisión a las dos torres del WTC colapsarse, que llegamos a la
posibilidad de experimentar la falsedad de los “reality shows de la TV”:
aun si los shows son “reales”, las personas aún actúan en ellos –
simplemente se actúan a sí mismos. La despedida standard en una novela
(“los personajes en este texto son una ficción, todo parecido con
personajes de la “vida real” es una pura coincidencia”) también se
sostiene para los participantes de los reality soaps: lo qué nosotros
vemos son personajes de ficción, aun cuando ellos actúan como son en
realidad… Por supuesto, el “retorno a lo Real” dispara tramas hasta
ahora impensadas. A los comentaristas derechistas como George Hill les
gusta proclamar inmediatamente el final de “las vacaciones que Estados
Unidos se ha tomado del curso de la Historia”: – el impacto de la
terrible realidad desmorona la torre de la tolerancia liberal y el
enfoque de los Estudios Culturales en la textualidad. Ahora, Estados
Unidos debe responder, debe enfrentar enemigos reales en el mundo real.
¿Pero a QUIÉN enfrentar? Cualquiera que sea la respuesta, nunca van a
dar en el blanco CORRECTO (right), nunca a van a estar totalmente
satisfechos. Un ataque norteamericano a Afganistán sería el colmo de lo
ridículo: si la mayor potencia mundial destruye a uno de los países más
pobres del planeta, en el cuál los campesinos sobreviven en áridas
colinas ¿no estaríamos frente al epítome de la impotencia?
Hay algo de verdad en la noción
del “choque de civilizaciones” de la que se habla hoy. -Imaginemos el
testimonio de sorpresa de un norteamericano promedio: “¿Cómo es posible
que esta gente aprecie tan poco su propia vida?”. Ahora bien, ¿no es el
reverso de esta sorpresa el triste hecho de que nosotros, en nuestros
países del Primer Mundo, encontremos cada vez más difícil siquiera
imaginar una causa pública o universal por la que estaríamos dispuestos a
sacrificar nuestra vida?
Cuándo, después de los atentados,
un sereno ministro Taliban extranjero expresó que él podía “sentir el
dolor” de los niños americanos, ¿no confirmaba el papel ideológico
hegemónico, al ser esta frase el sello distintivo de Bill Clinton?
Además, la noción de América como un asilo seguro, por supuesto, también
es una fantasía: cuando un neoyorquino comentó cómo, después de los
atentados, uno ya no podría caminar de forma segura por las calles de la
ciudad, la ironía era más bien que, antes de los atentados, eran muy
conocidos los peligros que acechaban a todos en cualquier esquina de la
ciudad – en este aspecto si a algo dieron lugar los atentados fue a un
nuevo sentido de solidaridad, con las escenas de un puñado de jóvenes
afro-americanos ayudando a un anciano judío a cruzar la calle, escenas
inimaginables un par de días antes.
Ahora, en los días que siguieron
inmediatamente al atentado, es como si nosotros moráramos en un tiempo
único entre un evento traumático y su impacto simbólico, como en ese
momento breve posterior a un corte profundo, cuando vemos la herida pero
el dolor todavía no nos golpea plenamente. – Ya se puede vislumbrar
como será simbolizado este evento, cuál será su eficiencia y cómo se lo
evocará para justificar actos posteriores. Pero ni siquiera aquí, en los
momentos de mayor tensión, el proceso nunca es automático sino
contingente. Y ya aparecen los primeros malos presagios: el día
posterior al atentado recibí el llamado de una revista para la que había
escrito un artículo sobre Lenin; me avisaban que habían decidido
postergar su publicación por considerar inoportuno hablar de Lenin bajo
estas circunstancias. ¿No señala esto la dirección de las ominosas
rearticulaciones ideológicas que vendrán?
No sabemos aún con exactitud
cuáles serán las consecuencias en la economía, la ideología, la
política, la guerra, que este evento tendrá, pero una cosa es segura:
Estados Unidos ya no se puede considerar a sí mismo como una isla
aislada que presencia los acontecimientos mundiales a través de una
pantalla de la televisión, está ahora involucrado directamente. Así que
la alternativa es: ¿los americanos decidirán fortificar aún más su
“esfera”, o se arriesgaran a salir de él?
O los Estados Unidos persistirán
en, incluso fortalecerán, la actitud de “¿Por qué debería sucedernos
esto a nosotros? ¡Cosas como estas no pasan AQUÍ! “, Actitud que, por
supuesto, aumentará la paranoia y, por lo tanto, el grado de agresión
hacia el temible Afuera. O América finalmente se arriesgará a caminar a
través de la pantalla fantasmática que lo separa del Mundo Externo,
aceptando su llegada al mundo Real, haciendo un largo y atrasado
movimiento de superar el “esto no debería suceder AQUÍ!” para acceder al
“esto no debería suceder en NINGUNA PARTE!”. Pero para eso deberían
aceptar también que nunca se tomaron “vacaciones del Curso de la
Historia”, sino que su paz se compró a base de catástrofes en otras
partes. En esto reside la verdadera lección de los atentados: la única
manera de asegurar que esto no suceda AQUÍ de nuevo es impedir que siga
sucediendo EN CUALQUIER OTRA PARTE.
Título Original: Welcome to the Desert of the Real!
Articulo tomado de: http://zizekspanish.wordpress.com/?s=%C2%A1Bienvenidos+al+desierto+de+lo+real!
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